La medición del pulso en reposo siempre ha proporcionado a deportista y entrenador un valor bastante fiable del estado de forma de aquel, así como de la asimilación de las cargas de entrenamiento. Desde ya hace algunos años, algunos de los profesionales más actualizados de la fisiología y del entrenamiento personalizado están dejando de lado este parámetro y están apostando por la medición de la variabilidad cardiaca, o lo que es lo mismo, la evaluación del equilibrio de la actividad de los sistemas simpático y parasimpático del individuo. Se ha visto que este valor aporta una fiabilidad mucho más potente a la hora de controlar si el deportista está asimilando bien las cargas de entrenamiento, así como para estructurar o modificar día a día su planificación del entrenamiento.
Tanto entrenadores como atletas tienen claro el exhaustivo control y personalización del entrenamiento pasa entre otras cosas por tener en cuenta esta variable. En este sentido, Daniel A. Boullosa, Doctor en Ciencias de la Actividad Física y el Deporte por la Universidad de La Coruña, Profesor Doctor en la Universidad Católica de Brasília (Brasil) y entre otras cosas, investigador en áreas de Rendimiento Deportivo y Actividad Física para la Salud, nos ha aportado mucho de su saber sobre este campo para poder confeccionar esta post.
Según afirma Boullosa: “La disfunción autonómica (deficiente control del sistema nervioso autónomo -SNA- sobre el corazón) o lo que es lo mismo, tener el pulso muy regular o poca variabilidad cardiaca, es el que nos estaría diciendo que no somos tan saludables como aquellos cuyo sistema nervioso autónomo controla más eficiente”. Como curiosidad, en la antigua china ya se sabía que cuando una persona mayor tenía el pulso muy regular y sin variación alguna, era síntoma de que no le quedaba mucho tiempo de vida. Por tanto, contrariamente a lo que se cree, el pulso irregular se asocia con la salud y el regular con la enfermedad.
¿Cómo explicar esto?
A no ser por la influencia del Sistema Nervioso Autónomo, concretamente de las ramas simpáticas y parasimpáticas, tendríamos un corazón que latiría en reposo a una velocidad de aproximadamente 100 pulsaciones por minuto.
Estas dos ramas trabajan de forma simultánea, la primera elevando la frecuencia cardiaca y la segunda haciendo que esta descienda. Por tanto, la irregularidad de la frecuencia cardiaca es la que refleja una perfecta interacción de estas dos ramas que adecuan nuestro pulso dependiendo de nuestras circunstancias y necesidades.
La mayoría de aficionados al deporte conocen que una de las señas de identidad de un atleta entrenado es su bajo pulso en reposo. Esta es una de las adaptaciones más evidentes que produce el entrenamiento en nuestro sistema cardiovascular, provocada por un mayor control del Sistema Nervioso Autónomo por la principal influencia de la rama parasimpática. A esta llamada “bradicardia” (se le llama a tener menos de 60 pulsaciones por minuto en reposo) le acompaña también una mayor variabilidad cardiaca.
Dicho esto, no está de más que dejemos claro que aunque dos atletas tengan la misma frecuencia cardiaca en reposo, no implica que tengan la misma variabilidad. Por tanto, aunque el pulso en reposo siempre ha sido un sencillo indicador de la asimilación de la cargas de entrenamiento, se ha comprobado que medir la variabilidad de este es un método mucho más preciso, aunque también más limitado y complejo que el anterior.
¿Cómo se mide la variabilidad?
La medición de las variaciones de la frecuencia cardiaca mediante diferentes sistemas matemáticos es las que nos van dejar inferir sobre la actividad del Sistema Nervioso Autónomo y por tanto aproximar cómo se está llevando a cabo la asimilación del entreno.
Medir esta variable no fácil y es que la misma característica que lo hace tan fiable, su sensibilidad, es la misma en la que se alberga su talón de Aquiles. Así, el estrés psicológico del atleta o la temperatura ambiente, por ejemplo, son dos factores ajenos a la adaptación fisiológica al entrenamiento que pueden influir en esta medición.
Otro aspecto a considerar como muy relevante, es el número de medidas necesarias que se deben de tomar para poder comparar los diferentes momentos en el estado de forma del deportista. Estudios como el de Plews y cols. confirman que se necesitan entre 3 y 4 registros durante la misma semana para poder identificar las adaptaciones del Sistema Nervioso Autónomo al entrenamiento en diferentes fases de la preparación.
Según Boullosa: “Como cualquier otro método de evaluación de la adaptación fisiológica al entrenamiento, la variabilidad de la frecuencia cardiaca nunca estará exenta de limitaciones metodológicas. La cuestión ahora está en saber cuáles son y cómo minimizarlas para obtener unos datos lo más objetivos posible”.
Nacho Martínez, otra eminencia dentro del campo de la investigación sobre el rendimiento físico y deportivo, lleva casi 5 años trabajando con esta variable, según él: “La evaluación de la Variabilidad de la Frecuencia Cardiaca como herramienta de control de la asimilación de las cargas de entrenamiento va asentándose no solo en el ámbito científico sino que cada día es más utilizada por deportistas y entrenadores”.
Octavio Pérez, Daniel A. Boullosa o Nacho Martínez, son algunos ejemplos de inquietos profesionales que no paran de pensar y trabajar de cara a que la práctica deportiva sea cada día más óptima para el deportista.
Si queréis leer el artículo original (por Daniel Boullosa), haz click aquí.
Informa: Ezequiel Bellido Verdú.
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Preparador Físico. Ldo. en Ciencias de la Actividad Física y el Deporte. Especialista en Alto Rendimiento.
Autor de la «Preparación en el Corredor de Montaña» y de «Mis Primeras Zancadas»
Colaborador-experto del programa “A la Carrera de La 2 de TVE” Conferenciante y docente en Alto Rendimiento.
Creador de OP Training Platform, aplicación a la vanguardia de innovadores sistemas de trabajo en ciencias del entrenamiento. Director en «1000km contra la leucemia» y fundador de «Apadrina un Sedentario»
Campeón del mundo máster 800m.
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