Al principio de cualquier carrera todos estamos frescos, a rebosar  de energía y la motivación extra que supone la competición todavía nos da un plus de fuerza. Pero ¡cuidado! esto puede ser una espada de doble filo, y sobre todo estate atento porque está muy afiliada  ¡y corta a traición!. Dan el pistoletazo de salida, nuestras sensaciones son fantásticas, no, lo siguiente. Y sin darnos cuenta nos contagiamos de un ritmo excesivamente rápido. Hemos tropezado en la tentación más común y absurda en la que se precipitan muchos atletas y corredores de montaña…¡Allá vamos!, lanzados a un ritmo suicida que tarde o temprano nos dejará sin recursos y….¡Boom! el tropiezo se convierte en una caída al precipicio. Nos quedamos sin gasolina, nuestros depósitos de glucógeno se han agotado demasiado pronto, nuestro ritmo cada vez es más lento y si con esto no teníamos suficiente, empiezan a adelantarnos corredores, hasta que llega un momento que “rivales” que sabemos siempre quedan detrás de nosotros nos dan la palmadita en la espalda mientras dicen “´¿qué tal vas? venga, ¡cógete!” ¡tocados y hundidos!, ya lo que nos faltaba, empezamos a darle vueltas “que mal voy, ¿me retiro? ¿no me retiro?. No puedo más, ¡aguanta!” y así en un tío vivo de tirar la toalla o soportar el sufrimiento, a trancas y barrancas  llegamos a meta, perdiendo una minutada y sin un gramo de energía ni si quiera para poder disfrutar de la última recta, jodidos muscularmente llegamos a meta también destrozados anímicamente.  ¡Lo siento, te has flipado y sin darte cuenta has mutilado tus opciones nada más salir!

Y aquí tenemos el otro lado de la espada. Estamos eufóricos, dan la salida pero nos contenemos, vamos a guardar fuerzas. “uff! ¡la gente sale como loca! ¡se me van!” pero me digo a mi mismo “sé que a ese ritmo no aguantarán” y mientras aprovecho para disfrutar de mis sensaciones. Ya estamos casi a mitad de la prueba ¡y ahora empieza mi carrera!, mis fuerzas están prácticamente intactas, aumento el ritmo de mi zancada, siento que voy rápido, empiezo a adelantar corredores y algún que otro cadáver andante…voy sufriendo pero al mismo tiempo disfrutando, ¡esto es lo que a mi me gusta!. Estoy eufórico, no hago más que adelantar corredores y ¡me vengo arriba!. Ya huelo meta, aumento de nuevo el ritmo, sonrío y al mismo tiempo hago un último sprint  ¡lo he conseguido y he terminado con unas sensaciones fantásticas!”. Como cambia el cuento, caperucita flipadita parecía que se iba a comer al lobo y cuando menos se da cuenta no tiene  fuerzas ni para escapar de él, sin embargo, la caperucita precavida guarda energía desde el principio y cuando llega el momento corre más rápido que el lobo y lo deja babeando con las ganas.

Por culpa de una mala estrategia de principio de carrera, podemos echar a la basura toda nuestra preparación, sin embargo, si somos coherentes, ahorramos para cuando no tengamos y llevamos un ritmo sostenido desde el inicio hasta el final o incluso vamos en progresión, nuestros sistemas energéticos nos ayudarán cuando más lo necesitemos e incluso, mentalmente seremos más fuertes ya que es muy motivador encontrarse con fuerzas en todo momento e ir adelantando a rivales durante el final de cualquier competición, sin embargo, como ya hemos visto,  puede ser frustrante que te adelanten mientras te dan la palmadita en la espalda. ¡Tú decides!

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Octavio Pérez
Octavio Pérez

Preparador Físico. Ldo. en Ciencias de la Actividad Física y el Deporte. Especialista en Alto Rendimiento.
Autor de la «Preparación en el Corredor de Montaña» y de «Mis Primeras Zancadas»

Colaborador-experto del programa “A la Carrera de La 2 de TVE” Conferenciante y docente en Alto Rendimiento.

Creador de OP Training Platform, aplicación a la vanguardia de innovadores sistemas de trabajo en ciencias del entrenamiento. Director en «1000km contra la leucemia» y fundador de «Apadrina un Sedentario»
Campeón del mundo máster 800m.

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